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LAS ARENGAS DE ISIDREZ

El miedo y la derrota

Es curioso ver como las batallas que se pierden más a menudo son aquellas que ni tan siquiera se han desarrollado. Normalmente porque el pensamiento negativo de “lo tengo perdido” se cierne sobre nosotros o por el conservadurismo cobarde de “Más vale lo malo conocido que lo bueno por conocer”. Pero, ¿hasta qué punto merece la pena? Merece la pena siempre hasta el momento que el propio autoengaño deje de funcionar y lo digo por experiencia, por tantos miedos que tiempo atrás me impidieron arriesgarme y participar en batallas que seguramente hubiera ganado. Siempre acabas creyendo que una vida tranquila, sin riesgos, conformándote con lo que tienes, aunque no sea lo que realmente deseas es suficiente. No creemos en la posibilidad de tener una vida plena ya que hasta el momento “no nos ha ido tan mal”. Pero, de lo que no cabe la menor duda, es que la victoria es de los audaces y que el cosmos nos es tan inmóvil como nosotros queremos que sea. Todo es cambio, todo son elecciones, todo es riesgo.

Casi siempre nos gustaría quedarnos con todo al mismo tiempo, ser a la vez fuego y agua, tener un colchón de seguridad que nos asegurara que si nos arriesgamos y perdemos, volveríamos a nuestro estado anterior sin que nada hubiera cambiado, como si no hubiera pasado nada, entonces sí que nos arriesgaríamos, si que nos lanzaríamos al vacío a la busca de nuestros sueños, de culpar nuestros deseos, de buscar la auténtica felicidad. Pero como eso no es así, pasamos los días inmóviles, sin atrevernos a dar un paso adelante, mirando las praderas por la ventana, pero sin salir de casa. Viendo día tras día los verdes prados, las flores, los árboles, y, como agorafóbicos, negándonos a salir por nuestro miedo, buscando la fuerza para salir a disfrutar de la naturaleza, pero con el consuelo de mañana seguirá ahí y si no, seguirá pasado. Mientras, las manillas del reloj, pasan incesantes y las hojas del calendario se van arrancando cada vez a mayor velocidad, hasta que un día ocurre lo inevitable, un incendio arrasa todo aquello que veíamos tras nuestra venta y lo que creíamos eterno desaparece. Es entonces cuando nos damos cuenta del tiempo que hemos desperdiciado mirando por la ventana y pedimos agritos un segunda oportunidad, un poder volver atrás en el tiempo. O lo que es peor, son las llamas del tiempo las que acaban con nuestra insignificante vida y entonces, no solo nos lamentaremos de haber pasado demasiado tiempo mirando por la ventana, si no que no habrá nunca una segunda oportunidad.

Echad, la vista atrás, recordad vuestros sueños, y luego miraros al espejo. Observad si lo que sois es lo que querías, si los miedos os impiden intentar luchar por vuestra verdadera felicidad, buscad vuestros sueños. Volved a hacer locuras de amor, pensad en algo más que en lo material, volved a decir “te quiero”. Buscad esa segunda oportunidad si perdisteis la primera y volved a sentir la llama de la ilusión por la vida, del brillo de los ojos. Abrid vuestros corazones y luchad sin miedo, porque el miedo solo trae derrotas, lágrimas, arrepentimientos e infelicidad.

Salud!!!
Isidrez

isidrez@isidrez.com

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