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LAS ARENGAS DE ISIDREZ

Al despertar

El momento que más odio del día es, sin duda, cuando suena el despertador por la mañana. Muerto de sueño, casi inconsciente, le doy un manotazo para apagarlo pero a los 5 minutos suena el otro recordándome que debo abandonar el reino de Morfeo para incorporarme al mundo real. Desde que era muy joven, el despertador se ha convertido en el habitante más odiado de la casa, pero sin el que no puedo estar. En el fondo cumple una labor social, me ayuda a seguir con mi vida normal y con mis obligaciones de este mundo en el que tienes que trabajar por un sueldo mísero y estar en números rojos a mediados de mes.

Lo cierto, que no es el hecho de despertar lo que odio, si no la forma. Uno de los despertares más agradables es cuando suena mi teléfono azul. No hay nada como escuchar esa dulce voz a primera hora de la mañana, esa voz que consigue esbozar una sonrisa en mi cara y hacer que me levante de un humor inmejorable y que ni tan siquiera me haga falta tomar un café para estar totalmente despierto. Creo que la única forma de mejorar ese despertar, sería que esa voz susurrara al oído y que sus labios me besaran dulcemente.

Realmente, lo malo de despertar, no es tener sueño, si no que te cortan tus sueños para devolverte a una realidad peor. Por eso cuando la realidad es mejor que el sueño en si, no me importa despertar, incluso me alegro de no seguir durmiendo para poder disfrutar de la realidad. Pero, cuando es al revés, y es el frío e insoportable sonido del despertador quien te arrebata tus momentos de placer onírico para devolverte a una realidad solitaria y vacía, en la que a regañadientes vas a la ducha, te tomas el café y sales para tu trabajo, es cuando piensas, cuanto mejor estabas durmiendo y esperas que el día te depare algún buen momento por lo menos.

Hoy me pasó algo así. Estaba soñando uno de los sueños más maravillosos que podría tener, algo que llevo tiempo deseando que algún día se transforme en realidad. Uno de esos sueños de los que no querrías despertar jamás. Pero, el cruel despertador lo hizo pedazos a las 7 de la mañana adelantándose al teléfono azul. Por bastante tiempo, odié la realidad y deseaba despertar de esta realidad para volver a mi sueño, pero no hubo manera. La realidad es la única que sigue día tras día, con sus cosas buenas y sus cosas malas, pero está ahí. A veces convertida en pesadilla y a veces en el mejor de los sueños. Y, no me puedo quejar, ya que el día me trajo algunos de esos buenos momentos, pero no veo la hora de poder volver a dormir e intentar recuperar ese sueño que, aunque fuera en mi pequeño mundo irreal, logró hacerme tan feliz.

A pesar de todo, y de tener los pies en la tierra, no pierdo la esperanza de que alguna vez, a la realidad le de por imitar el maravilloso mundo de los sueños. Tal vez algún día, nunca se sabe, no hay que perder jamás la esperanza.

Salud!!!
Isidrez

isidrez@isidrez.com

1 comentario

Princesa -

"nunca se sabe" con eso queda todo dicho